Comienzan dos mujeres sentadas a hablar. Lo consideraría,
casi una entrevista. Juana Castro, comienza a contar la historia de una niña,
una niña que sin duda conoce muy bien puesto que es la historia de su propia
vida. Su narración comienza con la niña escuchando que va a ser enviada a
estudiar a un colegio de monjas y poco a poco nos sumerge en los hechos que han
marcado su existencia, los cuales yo personalmente destacaría tres; A) La
figura de su madre, que le va a servir de acicate y fuente de inspiración
durante toda su vida. B) El ámbito rural andaluz en el cual se cría. C) Su
encuentro fortuito con él quisco de la Plaza de las Tendillas, en el cual pudo
leer un ejemplar de la revista Vindicación
Feminista, conformando así ese
sentimiento que siempre había poseído en su interior.
Sin duda alguna, nada más escucharla hablar uno es
consciente del poder de transmisión que posé.
Es una poeta, que ha condensado todo su dolor como vía de escape en la
actividad literaria, ya que tal y como ella afirma “La poesía nos puede salvar de ir al
psiquiatra”. Prefiere escribir de noche,
aunque ahora mismo ese hábito lo haya cambiado por el peso de la edad. En su
proceso de elaboración lírica, va escribiendo sobre la marcha y al día
siguiente lee lo que ha escrito,
comprobando si puede obtener algo de lo escrito o descartándolo sin más.
Sinceramente, me encantó este taller de autor. Juana Castro
representa para mí lo que debe ser el prototipo de poeta (en este caso
poetisa); una persona reivindicativa y luchadora a la par que maltratada por la
vida. El poema si no recuerdo mal, titulado “El dolor y las alas” dedicado a su
hijo fallecido a los 7 años tras una grave enfermedad, condensa perfectamente
el dolor de esa madre, que acaba de perder a su niño.
Por último me gustaría destacar su capacidad para
reinventarse, ya que afirmó que tenía pensado buscar nuevas aventuras por el
campo de la narrativa y su consideración de lo que es la biografía de las
personas que “no es solo lo que se vive,
si no lo que se lee, se sueña, se piensa”.
Me gustaría compartir su poema titulado “Cáliz”
perteneciente a su obra “No Temerás”:
Y ahora soy
tan igual a ti, madre,
que no me reconozco en el cristal
de este retrato tuyo tan presente.
Si supieras que todo
lo que de ti he odiado y maldecía
ahora en mí lo descubro
tan exacto y reciente como el cerco
de una piedra en el agua, repetida.
Vengo a verte de nuevo.
Tócame, pon mis dedos
aquí sobre tus llagas, y ábreme
esta rosa de espinas del costado.
Soy tan tuya que el mar
tu voz copia en mi voz para su canto.
Y me despierto, y en la hora vivo
tu misma inmensa sed, esa que siempre
en tus huesos vacíos
irremediable ardiera.
Yo no soy tu fantasma, quiero
crearte ahora en el filo
de quien te dio mi ser, resucitada.
De muerta a muerta, dime:
¿Quién amamanta a quién, serpiente mía?
tan igual a ti, madre,
que no me reconozco en el cristal
de este retrato tuyo tan presente.
Si supieras que todo
lo que de ti he odiado y maldecía
ahora en mí lo descubro
tan exacto y reciente como el cerco
de una piedra en el agua, repetida.
Vengo a verte de nuevo.
Tócame, pon mis dedos
aquí sobre tus llagas, y ábreme
esta rosa de espinas del costado.
Soy tan tuya que el mar
tu voz copia en mi voz para su canto.
Y me despierto, y en la hora vivo
tu misma inmensa sed, esa que siempre
en tus huesos vacíos
irremediable ardiera.
Yo no soy tu fantasma, quiero
crearte ahora en el filo
de quien te dio mi ser, resucitada.
De muerta a muerta, dime:
¿Quién amamanta a quién, serpiente mía?
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